Este manantial, |
viene como un suspiro ideal. |
No hay límites para su extensión... |
Es el aire, si no respiro, acabo... |
¡Dejadme fluir! |
El aroma misterioso que rodea a cada poema, está ambientado en mundos de auroras y vésperos oníricos. Allí, dentro de una atmósfera provista de aromas filosóficos y anhelos psicológicos se suceden las más sutiles vivencias personalizadas de las virtudes y de los defectos.
Ingresar en ese mundo significaría observarnos tal cual somos, imparcialmente, de lo contrario no podremos identificar nada, todo será oscuro para nosotros, estaremos ciegos allí.
Allí, se encuentra nuestro infierno o nuestro cielo; por estar nosotros provistos de tantos defectos en realidad es un infierno, no otra cosa. Es importante descender a los infiernos propios, como lo hizo Hércules o Perseo, con todo su dinamismo metafórico, y liberar de esos espantoso parajes lo único real que tenemos...
Allí está el torrentoso manantial que da orígen al Leteo. ¿Qué criatura del soterrado no desea darse un baño y olvidar todo su pasado? ¿Acaso esta criatura no es lo único real que tenemos?
Allí, en nuestros infiernos, está la medusa con su cabellera de venenosas serpientes. Allí, en esas sufrientes tierras de pesadilla, están las arpías con todas sus malas intenciones. Allí esta el león de Nemea con toda su maloliente furia vanidosa. Allí está Hipólita auspiciando con su invencible cinturón un erotismo y una sexualidad hedónica. Allí está Caco, en un castillo con todas las riquezas que pudo esquilmar; está la hidra de Lerna con toda su ponzoña envidiosa; están otras pavorosas criaturas destilando violencia y perversidad.
Hasta estas lóbregas profundidades debe bajar Hércules. Cerbero ladrando con toda su fuerza, será el primero en impedirle el paso. El enorme poder que posee lo hace invencible; pero el héroe podrá vencerlo con su vigorosa voluntad, lo encadenará para que no moleste mientras trabaja en el soterrado.
La más exquisita poesía podrá darnos los mejores versos en esta epopeya interna. El héroe buscará en cada profunda guarida a los monstruos que fue a buscar; en cada laboriosa campaña capturará a cada uno de ellos, no sin esfuerzo. La música que acompañará a estos acontecimientos tendrá toda la gloria y majestad que le puede imprimir un Wagner.
Perseo o Hércules, en esos lóbregos parajes, después de una perseverante búsqueda encontrará a la medusa y le arrancará la cabeza. ¡Ah, que trabajos tan esforzados! En cada minuto existía la enorme probabilidad de un desastre, el fracaso estaba siempre rondando los acontecimientos, el triunfo se vislumbraba casi imposible. |