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Actualizado: Martes, Marzo 14, 2023
   
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MURO DE FOTOGRAFÍA  

 

El agua refleja su cuerpo fusiforme hecho para volar. Con la brisa a favor, casi planea y su corpulencia llena de plumas blancas se desliza con la rapidez de una idea feliz. Sus atentos ojos observan en detalle las profundidades del líquido elemento, allí adentro, debajo suyo, está su alimento y conseguirlo le entrega la responsabilidad más grande que se le haya dado a un ser vivo para conservarse vivo.

Hay tanta agua debajo del ave, tanta agua que para el instinto de conservación es una pequeñez que contiene la grandeza de aquello que nutrirá sus entrañas.

El sól, trepando la escarpa de la mañana, alumbra con la intensidad propicia para causar la algaravía de la vida. La luminosa mirada del astro rey está atenta a los sucesos que se desarrollan en torno y muy cerca del ave, pues algo diferente está sucediendo allí, no es una circunstancia que se puede ver todos los días y como tal llama toda su atención.

El viento, trepa la misma escarpa de la mañana y su acelerado aliento tiene la gelidez del invierno. Muy temprano, el fuelle de sus pulmones congelaba toda la intemperie, pero es evidente que en pocas horas más las corazonadas solares impondrán su dinamismo juveníl.

Esa hora en la que el cielo se pintaba de azul sideral, se ha desvanecido muy temprano. Ha pasado aquella hora en la que el cielo ardía con los colores del carmín y del dorado, esa hora reservada para dibujar largas siluetas oscuras de las aves en vuelo sobre las olas. Ha quedado atrás aquella hora en la que el agua flameaba con intenso fuego debajo del sol. Ahora toda la gama del azul celeste está escanciada en el gran cuenco donde gobierna el agua y el cielo.

El ave se detiene en el aire. Aletea ella, mientras desciende hasta la superficie líquida. Ha visto su alimento y va en pos de él. Abre las alas enormemente sobre sus costados, cuelga su cabeza con la mirada vivaz, su pecho recibe de lleno la luz del sol y sus rojas patas cuelgan casi tocando el agua. "¡Este es el momento", me digo, "¡Te tengo en la mira!", y oprimo el gatillo. El cuerpo albo del ave se estrella contra el agua y por consiguiente viene una explosión líquida.

Chillan las hermanas del ave elevándose en el cielo azul. Sus múltiples cuerpos realizan grandes giros en los aires. Algunas aves negras de picos largos y curvos y patas largas, viniendo desde muy lejos, pasan volando apuradamente por entre ellas. Muy cerca de las orillas de detrás de una carretera afirmada, crecen unas totoras con una perenne abundancia y de allí brotaba el alegre canto de unos jilgueros, ahora estos han callado. Los ánades que nadaban calmadamente en los claros de agua, donde la vegetación está ausente, se han levantado en un apurado vuelo, y otras sin haber escogido esta opción se zambullen por muy dentro de las plantas acuáticas que tapizan algunas partes de la superficie líquida.

Pasado el momento que rompió la vida normal de las aves, se me presenta una nueva oportunidad para oprimir mi certero gatillo. Un plumífero se ha acercado demasiado hasta mi ubicación, puedo ver nítidamente sus negras patas y las poderosas plumas de sus alas y cola; destaca su blanca figura debajo del cielo azul. Es un excelente especímen y tiene que ser... mío. Lo pongo en la mira... Nuevamente acierto y... su corpulencia también pasa a ser parte de los megapixeles que guarda mi cámara fotográfica en su memoria digital.

Tener una caja oscura en manos, abrir la tapa circular que cubre su lente, gatillar y dejar que la luz pase por entre este aditamento de vidrio bien pulido llevando consigo la imágen que hemos encuadrado y lo guarde en una memoria, sea esta, un papel recubierto con una solución de yoduro de plata o un intrincado mecanismo piezoeléctrico, convierte a la luz como el principal protagonista de una epopeya que bien vale escribir en muchos y gruesos tomos.

Nuestra pluma escogerá el verso o la prosa de acuerdo a la inspiración del momento. Yo prefiero el verso pues su poderoso pulso es capaz de los más atinados trazos graficando un panorama donde el héroe: El Producto de la Luz, posee la multiplicidad de un cuerpo con millones de tonalidades de color...

Nuestro héroe ha nacido de la luz, creció y vivió en ese ambiente, respiró la luz, bebió la luz, se alimentó de la luz; todos sus planes y anhelos no fueron otra cosa que destellos de luz. Un protagonista así es un ser con características muy singulares que en todas partes del mundo se respeta con hondura...

Este héroe, el hijo del Sol, se me ocurre llamarle Manco Capac, tiene la misión es cumplir el encargo de su padre; debe viajar con la vara de luz que le dió su Padre en la dirección donde haya una oscuridad permanente. En el lugar donde luz que lleva quiera ser apagada por el tempestuoso haliento de los habitantes de una comarca luctuosa, sabrá que ha encontrado el sitio apropiado donde debe poner a prueba todo el poder de las llamas que carga, es el lugar donde el candil que porta quiera hundirse bajo tierra; la fuerza del submundo es poderosa, apaga toda llama.

Una lucha cuerpo a cuerpo contra los habitantes de la comarca luctuosa dará el triunfo al hijo de la Luz. Vencerá Manco con la ayuda de su consorte Mama Ocllo, ambos concluirán llenando de luz toda oscuridad humana. Un trabajo nada sencillo, muy esforzado, muy perseverante.

Manco Capac, el hijo del Sol, es Perseo, el hijo de Zeus, o es Jesús, el hijo de Dios, o es Visnú, el hijo de Brahma, o es uno de los tantos personajes que en todas las teogonías han existido con el fin de humanizar al hombre y luego llevarlos por encima de la condición humana en la que vivían. Todos ellos tienen la misión de descender hasta el infierno humano y una vez allí, eliminar la razón de ser de esa condición de vida.

 
 
 
Es posible modificar el ambiente de nuestro interior? Allá están nuestros defectos sicológicos, nacen con nosotros, se manifiestan a determinadas edades y los estímulos externos los fortalece más a través del tiempo. ¡Horror! ¿Nuestro mundo es un infierno?
¿Acaso es posible ingresar hasta nuestra intimidad y allí con la mirada de un investigador imparcial, descubrir, observar, analizar, a todos aquellos individuos aviesos que hemos hecho nacer, crecer, fortalecerse y hasta reproducirse en otras feas caricaturas? ¿Cuánto de horror hay allí adentro? ¿Cuánto de bello?
Nuestras obras... ¿Acaso nuestras obras, proveniendo de estos interiores, podrán ser maravillosas? ¿Acaso lo ebrio, no producirá productos también ebrios? Y, ¡acaso lo violento no producirá semillas violentas?
Nuestras obras apresuran la extinción de los animales y producen guerras. Nuestas obras contaminan el maravilloso planeta que se nos dió como morada e incrementan el odio. Un exámen profundo de nuestras acciones nos llevará a esta conclusión.
En los varios miles de años que tenemos sobre el planeta Tierra no hemos tenido paz alguna, por el contrario hemos querido conseguir paz usando la violencia, ¡qué desatino!
 
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